El blog en donde podemos fraternizar y hablar al pedo sobre el libro. Cosas que gustaron, cosas que no...
viernes, 14 de diciembre de 2012
Capítulo V
Boutique entró en el camping “Don Tomás” y quedó demudado por la sorpresa. Habían limpiado ese lugar de una manera exagerada. No quedaba nada, hasta habían barrido. Parecía que no hubiera habido una explosión volcánica. Se dirigió hacia el túnel y comenzó a recorrerlo cuando le sonó el comunicador. Era el general Apotheke.
–¿Qué tal, capitán? – lo saludó.
–Bien, mi general, gracias.
–¿Cómo le fue en su primera clase de historia?
–Muy bien, realmente sorprendido… Jamás hubiera imaginado que estos seres eran tan ¿primitivos? – comenzó Boutique pero de inmediato se retractó –. Bah, no sé si primitivos es la palabra adecuada. No sé cómo calificarlos – concluyó.
–Sí, es verdad, pero todavía le falta mucho por aprender. ¿Por donde arrancó el viejo? ¿Por el dinero o por la religión?
–Por el dinero.
–Ah, pero entonces le falta lo mejor todavía, ya va a ver cuando llegue a la religión… ¡No lo va a poder creer!
–Discrepo, mi general, lo que escuché hoy no creo que sea superado – aseguró Boutique y Apotheke lanzó una exagerada carcajada burlona, haciéndolo alejar el comunicador de su oreja con una mueca de desagrado.
–Le hago una pregunta, ya que estoy un poco desconcertado – lo inquietó el general entre sollozos, mientras se reponía del ataque de risa.
–Dígame, mi general.
–¿Están por organizar alguna fiesta?
–¿Señor?
–Digo, porque están vaciando ese camping como desquiciados. Me llenaron el depósito 1 de la base con tablas de madera, ropa humana, decenas de bolsas de carbón, cubiertos…– le señaló.
–¿Quiere que abortemos la recolección de objetos?
–¿Y a usted qué le parece? – lo consultó, intentando que su capitán colaborara y diera su punto de vista, pero Boutique se mantenía en silencio, sin saber qué responder – ¡Claro! ¡Dejen ese lugar en paz! No hace falta traer a la base treinta y nueve bolsas de carbón, con una es suficiente. Una bolsa de carbón, una tabla de madera, unos cubiertos. Listo. Si no encuentran nada diferente significa que el lugar está inspeccionado y hay que comenzar a buscar en otro sector – ordenó –. Por otra parte, ya sabemos que estamos en el país buscado, ya sabemos incluso la localidad en que hicimos contacto, y ya nos trajimos algunas piezas autóctonas.
–¿Usted opina que deberíamos comenzar nuevas perforaciones en otro sector?
–No opino, se lo ordeno.
–Cómo no, mi general, cuando guste.
–Ya. Ahora mismo.
–¿Dónde?
–Deben correrse 620 kilómetros terrestres hacia el noreste. Cuando estén en vuelo les doy las coordenadas correctas.
–Sí, señor, ya doy el aviso.
Boutique recorrió el túnel hasta dar con Bretón y Barbarie y les ordenó la retirada. Ambos hicieron sentidos reclamos, indignados por haber hecho semejante túnel sin justificación. Boutique los miró esperando que se dieran cuenta de que nadie les había dado esa orden, que lo habían hecho por motus propio. Y Bretón y Barbarie abandonaron la perforación con enojo saliendo por el túnel pasándose facturas delante de Boutique que, desde atrás, contenía la risa a duras penas.
Cada uno se subió a su nave y comenzaron a elevarse. Boutique con rumbo noreste y Bretón y Barbarie hacia la base. Al fondo de la nave 037, en el camarote, Vitraux abrió la puerta sorprendido; Boutique le aclaró que debían moverse hacia otro sector por orden de Apotheke y el viejo cerró la puerta con fastidio, continuando con la clase.
Tres horas terrestres demoraron en aproximarse a la zona requerida. Apotheke les envió las nuevas coordenadas: 32 56’ 42” latitud sur y 60 38’ 26” longitud este. Estaban muy cerca. Boutique las ingresó en el ordenador, pulsó “piloto automático” y se recostó a descansar. Al llegar se puso la máscara protectora y descendió a contemplar la zona. Ya anochecía y el horizonte se veía de un color naranja fuerte, no tan espectacular como en su Marte natal pero bastante atractivo. Una brisa leve y cálida acariciaba su cuerpo y sintió deseos de sacarse esa molesta máscara, pero todavía no habían quitado la prohibición. En el laboratorio seguían haciendo tests sobre tests del polvo, la ceniza y el suelo. Eran muy meticulosos. A veces demasiado.
Debía esperar la llegada de nuevos exploradores que venían directamente de la base ya que Bretón y Barbarie se retiraron con la nave atiborrada de bolsas de carbón, heladeritas portátiles y todo tipo de utensilios de cocina. El sol se ocultaba gigante e imponente sobre el oeste. Boutique se apoyó en un costado de su nave para verlo desaparecer. Había sido un gran día.
Un zumbido lejano se hacía cada vez más presente haciendo que Boutique girara su cabeza hacia la dirección del ruido. Ya llegaba el refuerzo. Imploró que no fuera Brunette. No quería que le cagara la jornada. Pero no, había olvidado que ese mal nacido no volvería a molestar nunca más. La nave que se acercaba era la 118, comandada por Beckenbauer y Bandoneón; junto con Bôite, sus grandes amigos de la infancia.
La 118 posó sus patas en el árido suelo rosarino y Beckenbauer bajó de un salto mientras Bandoneón saludaba a Boutique por la ventanita haciéndole morisquetas obscenas. Boutique le devolvió el saludo y contuvo estoico el abrazo exagerado de Beckenbauer, que saltó como para derribarlo. Se abrazaron largo y fuerte. Hacía rato que no se veían. Beckenbauer lo invitó a pasar a su nave y se quedaron los tres charlando sobre sus experiencias personales en el viaje. En la nave 037 Bôite salía de su primera clase perturbado. Boutique le hizo señas desde la ventana de la cabina y Bôite corrió desesperado a encontrarlos. No quería estar un minuto más encerrado ahí dentro con el gran maestro. Estaba re podrido. Caminó a oscuras hacia ellos y entró con la cara visiblemente derrumbada.
–¡Eh! ¿Qué pasa? – lo saludó Boutique –. ¡No es para tanto!
–Es una cagada…
–¿No te gustó lo que te contó? ¡Yo quedé alucinado!
–¿Qué carajo me importa a mí lo que hicieron estos humanos? ¡No entendí nada de lo que me dijo!
–¿En serio no te atrae la historia? – Boutique no lo entendía.
–Ni en pedo – concluyó acercándose a sus amigos para saludarlos.
Boutique les contó a sus compañeros que ellos no habían hecho el curso de historia y que, al estar al mando de la exploración, debieron hacer un curso exhaustivo y que lo tenían al gran maestro encerrado en el camarote. Beckenbauer y Bandoneón estallaron en carcajadas. Estuvieron hablando al pedo tres horas.
Luego se fueron a dormir; al día siguiente comenzarían las perforaciones más importantes. Estaban ansiosos y contentos que fueran ellos cuatro los encargados de ingresar en Rosario. No podía ser mejor. Boutique se acercó a la puerta del camarote y apoyó su oreja. Vitraux roncaba dentro. Se sacó la ropa y se acostó. No veía la hora de que fuera mañana. Quería seguir aprendiendo. Se quedó acostado en la vaina de descanso con la mirada perdida en la espalda de Bôite que ya dormía encima suyo. Le costó conciliar el sueño. La ansiedad lo había sobrepasado.
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