A las 7:30 horas la nave despertó a sus ocupantes con esa voz seductora de marciana en celo que los invitaba sugestivamente a levantarse: “Bip-bip - Las 7:30 Bip-bip - Hora de comenzar el día – Bip, bip - Las 7:30 - Bip, bip - Hora de comenzar el día”. Bôite saltó de su vaina con una imponente erección matutina y se dispuso a vestirse para comenzar
las perforaciones; aunque con semejante rigidez peneana no se podría poner el morlaco. Debería ir a mear antes de vestirse. Todas las mañanas le pasaba lo mismo. Boutique ya estaba fuera esperando a su compañero para ayudarlo a colocar la perforadora e irse al camarote. Bôite no entendía por qué razón su amigo estaba tan ansioso por tomar las clases. A él no le habían interesado ni un poquito. Ubicaron la perforadora y Boutique partió rumbo a la clase sin saludarlo. Ya tenía la cabeza metida en “historia terrestre”. Golpeó la puerta del camarote y Vitraux le abrió, con el ojo lleno de espesas lagañas. Boutique se sentó en su sillón, abrió el cuaderno y comenzó a hacer preguntas como un poseso.
–Gran maestro, me quedé con muchas dudas de la primera clase, casi no pude pegar el ojo – comenzó, advirtiendo tarde las lagañas que sí pegaban el ojo del maestro. Debería haber elegido otra metáfora menos hiriente –. Usted ayer me dijo que estos humanos debían pagar para conseguir todo lo que utilizarían en sus vidas; que para estudiar una carrera, primero debían nacer en una nación pujante, o países; que los humanos vivían en casas muy distintas unas de otras, que no todos tenían la posibilidad de vivir cómodamente, por culpa de la plata, que todo comenzó con el trueque, que después vino el oro y después de este apareció el papel moneda… Y lo último que anoté fue lo de los reyes, esta extraña clase social que decía tener sangre azul y que por tal motivo eran muy superiores al resto de los humanos – Vitraux lo miraba extasiado, se notaba que ese chico se había prendido con la historia –. No entiendo nada. No puedo concebir que esto haya ocurrido desde siempre, desde el comienzo de los días – culminó. Y miró a su maestro con avidez de información. Vitraux se puso el quevedo y lo observó con ternura.
–Muchacho, se nota que le gustó la historia…– dijo el maestro, exultante, mientras intentaba despegar sin suerte el último cascote de lagaña que aún se aferraba a su ojo.
–Más que gustarme, me preocupa, y me tiene atemorizado – Vitraux se sorprendió con esto último.
–¿Atemorizado?
–Sí, gran maestro. Es tan absurdo todo lo que me cuenta que no lo puedo concebir. Temo que sea una enfermedad, una enfermedad en el aire o en el agua que los humanos ingerían y los volvía locos, entonces actuaban de esa manera extraña.
–¿Y en el caso de que fuera así?
–Imagine que nos contagiemos y dispersemos ese virus por nuestro planeta…– sentenció asustado. Vitraux se sonrió.
–Capitán, hemos venido varias veces al planeta Tierra, incluso en la época en que había vida. Nunca jamás recibimos un explorador infectado, quédese tranquilo – lo serenó Vitraux –. Debe entender que los humanos no conocieron otra forma de vida, que desde siempre vivieron así, y a pesar de que hubo grandes humanos que se pusieron en contra y trataron de frenar ese flagelo que los torturó, generalmente fueron asesinados, o tuvieron un terrible accidente, o a los que no pudieron matar, los enriquecieron de manera feroz, obnubilando sus pensamientos, tapándoselos con lujos – Boutique lo miraba maravillado.
–¿Cómo con lujos?
–Claro, querido amigo, pongamos como ejemplo el rock.
–¿El rock? – Boutique anotó esa palabra.
–Sí, el rock. El rock fue la música que se escuchó en los últimos doscientos años de vida humana. Comenzó a mitad del siglo XX de la mano de los Beatles y los Rolling Stones. Antes de esto la gente escuchaba música bastante tranquila, sin contenidos fuertes. El rock sacudió la cabeza de la gente. Los músicos de aquella época expresaban su disconformidad con el sistema en sus letras y la gente iba despertando del letargo en el que venía durmiendo desde hacía siglos. El rock despertó a los humanos.
–¿Y qué pasó?
–Pasó que los artistas, las estrellas de rock que tanto hablaban de la miseria, de la desigualdad y del amor libre, se hicieron millonarios.
–¿Millonarios?
–Ricos. Las corporaciones capitalistas que dominaban el mundo los reprimieron poniéndolos en el lugar de los reyes, entregándoles sumas de dinero inauditas, y con esto conseguían bloquearles el pensamiento. Y los artistas, al no poder enfrentarse al dinero, se sumergían en las drogas.
–¿Las drogas?
–Las drogas eran pociones que los humanos tomaban para olvidarse de su realidad. Quedaban semidormidos, en un estado muy confortable. Pero algunas drogas eran peligrosas y, utilizadas en demasía, provocaban la muerte – Boutique escuchaba atento –. Entonces la gran mayoría de las estrellas de rock terminaron separándose de sus compañeros de banda por codicia, por dinero; otros murieron por sobredosis de drogas, y otros fueron asesinados por fanáticos. Y el rock se transformó. En lugar de ser lo que fue en su nacimiento: una manera muy original de expresar disconformidad, se convirtió en un medio bastante seguro y rápido de volverse millonario. Y perdió su esencia, y no fue más lo que había sido – aseveró el maestro –. Duró alrededor de treinta años sin contaminarse, entre 1960 y 1990. Luego de esto ya no fue lo mismo.
–¿Y qué tipo de música era? ¿Parecida a la nuestra?
–No, nada que ver.
–¿Usted escuchó algo?
–Por supuesto, en casa tengo algunos ejemplares y su compañero Brunette me consiguió algunos libros y algunos cedés en su última visita.
–¿Cedés?
–Sí, son unos platos plateados que contienen la información dentro, la música. Pero para escucharla se necesita un reproductor de este producto. En mi camarote, en la base, tengo uno. Si quiere, cuando volvamos la semana que viene por service y recarga de energía le hago unas copias en nuestro formato – Boutique lo miraba emocionado y Vitraux se dio cuenta – Tengo acá si quiere, ¿quiere escuchar? Me traje una recopilación de algunas cosas, pero es música muy diversa la que consiguió Brunette. Seguramente ahora que ingresaremos en una ciudad grande podremos recopilar mejores muestras.
–¿Y qué tiene en su reproductor ahora?
–No se qué es, es de Brasil – señaló – “Os Paralamas do Suceso” se llaman. Es un trío, no me gusta mucho – y le extendió los auriculares. Boutique se los acomodó y se quedó un instante escuchando esa música extraña, atónito –. Estaban en ese auto que Brunette descubrió en Brasil, antes que ustedes ingresaran en Santa Rosa de La Pampa – Boutique le devolvió los auriculares y continuó anotando cosas en su cuaderno, y el viejo aprovechó para continuar dándole la clase, ya que nuevamente se habían ido por las ramas –. Hubo un músico de rock muy importante, que había sido integrante de esa banda que le mencioné al principio… ¿Los Beatles? – le recordó Vitraux, esperando la aprobación de su alumno. Boutique asintió –. Bien, este músico, una vez separado de la banda, por las cuestiones antes mencionadas: egoísmos, codicias, etcétera; grabó algunos trabajos solistas y en esa época escribió una canción muy molesta para las corporaciones. “Imagine” se llamaba la canción. Luego de esto fue asesinado por un supuesto fan.
–¿Y qué decía la letra?
–Precisamente eso, que el oyente de la canción se imaginara lo que sería vivir en un mundo sin fronteras, sin dinero, sin religión. Lo mataron – Boutique se quedó helado, quería escuchar esa canción urgente.
–Es muy interesante todo lo que me cuenta, maestro. Debo reconocer que no estaba muy tentado de perder tiempo en estas clases cuando el general Apotheke me ordenó tomarlas, pero es apasionante la historia de este mundo. Realmente dan ganas de escucharlo todo el día…– se confesó Boutique, cruzándose de piernas y apoyando el mentón en la palma de su mano.
–No piensa igual su compañero. A Bôite le aburre la clase. Lo noto en su semblante. Está con la cabeza en otro lado.
–Es que Bôite nunca fue muy amante de historia o de esas cosas. A él le va más la exploración – lo disculpó Boutique.
–¿Seguimos?
–Por favor.
–Bien, entonces, le hablaba sobre el rock. Durante esos años, entre 1960 y 1990, hubo grandes grupos de rock, luego de los Beatles y los Rolling Stones aparecieron Jimmy Hendrix, Led Zeppellin, Pink Floyd… El rock fue evolucionando y llegó a su paroxismo en los ’70, donde explotó violentamente. Luego hubo un bache, la tecnología lo frenó un poco y en los ’90 reapareció, con muy pocas opciones, que no se podían comparar con la época dorada de los ’70. Y posteriormente se transformó en lo que fue sobre el final: un cúmulo de bandas flacas de ideas, sin letras contestatarias, con buenas melodías, pero que no calaban hondo a nadie, y a la gente no le importó.
–Eso es lo que no entiendo, ¿cómo puede ser posible que estos humanos hayan dejado pasar tamaña oportunidad?
–No lo sabemos – se sinceró Vitraux – pero claramente la tuvieron. Fue muy importante el golpe emocional que dio el rock en los ’60. Debería haber funcionado pero no fue así, fue sólo un espejismo.
Vitraux continuó dando clase a su alumno hasta la hora de descanso. Boutique seguía atrapado por la historia, anotando todo, pero ya le picaba la tentación de explorar, sobre todo para recolectar libros y música. Ahora tenía más atractivo la búsqueda. Estaba muy ansioso. Al finalizar salió del camarote y se dio un baño. Necesitaba relajarse. Se calzó el traje de explorador y saltó de la nave. Bôite tuvo que hacer solo el agujero a diferencia de las otras veces, por culpa de la maldita clase de historia. Boutique se acercó y miró el contador de la perforadora: 274 metros.
–Ya lo tenés…– le dijo, burlándose.
–No me jodas, estoy reventado. Tengo el ojo a la miseria. Todo el día al lado de este aparato con el suelo blanco irradiándome luz solar… No doy más.
–Bueno, pensá que ahora en un ratito te metes en el camarote con el viejo y se terminó esto de hacer agujeros – Boutique seguía cargándolo.
–Andá a cagar, boludo – lo retó –. Lo único que no necesito ahora es justamente eso.
–No entiendo por qué no te gusta – le señaló Boutique encogiéndose de hombros.
–¿Por qué no me gusta? Ya te dije que no me interesa lo que hicieron estos humanos con sus vidas ¿Qué ventaja obtengo de esas clases de historia?
–Qué se yo, a mí me tiene atrapado. Es muy interesante.
–A mí no – lo cortó Bôite, levantándose y yendo a su clase. Boutique lo miró irse y lo saludó con una mano haciéndole una sonrisa, pero Bôite ni se dio cuenta, ya estaba de espaldas a su amigo.
Boutique no había tenido tiempo de ponerse a repasar en su mente la clase del día. Ni bien se quedó solo la alarma de la perforadora comenzó a sonar. Habían hecho contacto, a 283 metros.
Retiró la manga perforadora e hizo señas a Beckenbauer que ya podían ingresar. Su amigo le hizo un gesto con la mano de “ya vamos”, presionando el aire hacia adelante con la palma de su mano abierta y Boutique se tiró por el agujero haciendo que se tapaba la nariz y se protegía los huevos. Beckenbauer se rió, tirando su cabeza exageradamente hacia atrás y comenzó a prepararse para acompañarlo.
–Gran maestro, me quedé con muchas dudas de la primera clase, casi no pude pegar el ojo – comenzó, advirtiendo tarde las lagañas que sí pegaban el ojo del maestro. Debería haber elegido otra metáfora menos hiriente –. Usted ayer me dijo que estos humanos debían pagar para conseguir todo lo que utilizarían en sus vidas; que para estudiar una carrera, primero debían nacer en una nación pujante, o países; que los humanos vivían en casas muy distintas unas de otras, que no todos tenían la posibilidad de vivir cómodamente, por culpa de la plata, que todo comenzó con el trueque, que después vino el oro y después de este apareció el papel moneda… Y lo último que anoté fue lo de los reyes, esta extraña clase social que decía tener sangre azul y que por tal motivo eran muy superiores al resto de los humanos – Vitraux lo miraba extasiado, se notaba que ese chico se había prendido con la historia –. No entiendo nada. No puedo concebir que esto haya ocurrido desde siempre, desde el comienzo de los días – culminó. Y miró a su maestro con avidez de información. Vitraux se puso el quevedo y lo observó con ternura.
–Muchacho, se nota que le gustó la historia…– dijo el maestro, exultante, mientras intentaba despegar sin suerte el último cascote de lagaña que aún se aferraba a su ojo.
–Más que gustarme, me preocupa, y me tiene atemorizado – Vitraux se sorprendió con esto último.
–¿Atemorizado?
–Sí, gran maestro. Es tan absurdo todo lo que me cuenta que no lo puedo concebir. Temo que sea una enfermedad, una enfermedad en el aire o en el agua que los humanos ingerían y los volvía locos, entonces actuaban de esa manera extraña.
–¿Y en el caso de que fuera así?
–Imagine que nos contagiemos y dispersemos ese virus por nuestro planeta…– sentenció asustado. Vitraux se sonrió.
–Capitán, hemos venido varias veces al planeta Tierra, incluso en la época en que había vida. Nunca jamás recibimos un explorador infectado, quédese tranquilo – lo serenó Vitraux –. Debe entender que los humanos no conocieron otra forma de vida, que desde siempre vivieron así, y a pesar de que hubo grandes humanos que se pusieron en contra y trataron de frenar ese flagelo que los torturó, generalmente fueron asesinados, o tuvieron un terrible accidente, o a los que no pudieron matar, los enriquecieron de manera feroz, obnubilando sus pensamientos, tapándoselos con lujos – Boutique lo miraba maravillado.
–¿Cómo con lujos?
–Claro, querido amigo, pongamos como ejemplo el rock.
–¿El rock? – Boutique anotó esa palabra.
–Sí, el rock. El rock fue la música que se escuchó en los últimos doscientos años de vida humana. Comenzó a mitad del siglo XX de la mano de los Beatles y los Rolling Stones. Antes de esto la gente escuchaba música bastante tranquila, sin contenidos fuertes. El rock sacudió la cabeza de la gente. Los músicos de aquella época expresaban su disconformidad con el sistema en sus letras y la gente iba despertando del letargo en el que venía durmiendo desde hacía siglos. El rock despertó a los humanos.
–¿Y qué pasó?
–Pasó que los artistas, las estrellas de rock que tanto hablaban de la miseria, de la desigualdad y del amor libre, se hicieron millonarios.
–¿Millonarios?
–Ricos. Las corporaciones capitalistas que dominaban el mundo los reprimieron poniéndolos en el lugar de los reyes, entregándoles sumas de dinero inauditas, y con esto conseguían bloquearles el pensamiento. Y los artistas, al no poder enfrentarse al dinero, se sumergían en las drogas.
–¿Las drogas?
–Las drogas eran pociones que los humanos tomaban para olvidarse de su realidad. Quedaban semidormidos, en un estado muy confortable. Pero algunas drogas eran peligrosas y, utilizadas en demasía, provocaban la muerte – Boutique escuchaba atento –. Entonces la gran mayoría de las estrellas de rock terminaron separándose de sus compañeros de banda por codicia, por dinero; otros murieron por sobredosis de drogas, y otros fueron asesinados por fanáticos. Y el rock se transformó. En lugar de ser lo que fue en su nacimiento: una manera muy original de expresar disconformidad, se convirtió en un medio bastante seguro y rápido de volverse millonario. Y perdió su esencia, y no fue más lo que había sido – aseveró el maestro –. Duró alrededor de treinta años sin contaminarse, entre 1960 y 1990. Luego de esto ya no fue lo mismo.
–¿Y qué tipo de música era? ¿Parecida a la nuestra?
–No, nada que ver.
–¿Usted escuchó algo?
–Por supuesto, en casa tengo algunos ejemplares y su compañero Brunette me consiguió algunos libros y algunos cedés en su última visita.
–¿Cedés?
–Sí, son unos platos plateados que contienen la información dentro, la música. Pero para escucharla se necesita un reproductor de este producto. En mi camarote, en la base, tengo uno. Si quiere, cuando volvamos la semana que viene por service y recarga de energía le hago unas copias en nuestro formato – Boutique lo miraba emocionado y Vitraux se dio cuenta – Tengo acá si quiere, ¿quiere escuchar? Me traje una recopilación de algunas cosas, pero es música muy diversa la que consiguió Brunette. Seguramente ahora que ingresaremos en una ciudad grande podremos recopilar mejores muestras.
–¿Y qué tiene en su reproductor ahora?
–No se qué es, es de Brasil – señaló – “Os Paralamas do Suceso” se llaman. Es un trío, no me gusta mucho – y le extendió los auriculares. Boutique se los acomodó y se quedó un instante escuchando esa música extraña, atónito –. Estaban en ese auto que Brunette descubrió en Brasil, antes que ustedes ingresaran en Santa Rosa de La Pampa – Boutique le devolvió los auriculares y continuó anotando cosas en su cuaderno, y el viejo aprovechó para continuar dándole la clase, ya que nuevamente se habían ido por las ramas –. Hubo un músico de rock muy importante, que había sido integrante de esa banda que le mencioné al principio… ¿Los Beatles? – le recordó Vitraux, esperando la aprobación de su alumno. Boutique asintió –. Bien, este músico, una vez separado de la banda, por las cuestiones antes mencionadas: egoísmos, codicias, etcétera; grabó algunos trabajos solistas y en esa época escribió una canción muy molesta para las corporaciones. “Imagine” se llamaba la canción. Luego de esto fue asesinado por un supuesto fan.
–¿Y qué decía la letra?
–Precisamente eso, que el oyente de la canción se imaginara lo que sería vivir en un mundo sin fronteras, sin dinero, sin religión. Lo mataron – Boutique se quedó helado, quería escuchar esa canción urgente.
–Es muy interesante todo lo que me cuenta, maestro. Debo reconocer que no estaba muy tentado de perder tiempo en estas clases cuando el general Apotheke me ordenó tomarlas, pero es apasionante la historia de este mundo. Realmente dan ganas de escucharlo todo el día…– se confesó Boutique, cruzándose de piernas y apoyando el mentón en la palma de su mano.
–No piensa igual su compañero. A Bôite le aburre la clase. Lo noto en su semblante. Está con la cabeza en otro lado.
–Es que Bôite nunca fue muy amante de historia o de esas cosas. A él le va más la exploración – lo disculpó Boutique.
–¿Seguimos?
–Por favor.
–Bien, entonces, le hablaba sobre el rock. Durante esos años, entre 1960 y 1990, hubo grandes grupos de rock, luego de los Beatles y los Rolling Stones aparecieron Jimmy Hendrix, Led Zeppellin, Pink Floyd… El rock fue evolucionando y llegó a su paroxismo en los ’70, donde explotó violentamente. Luego hubo un bache, la tecnología lo frenó un poco y en los ’90 reapareció, con muy pocas opciones, que no se podían comparar con la época dorada de los ’70. Y posteriormente se transformó en lo que fue sobre el final: un cúmulo de bandas flacas de ideas, sin letras contestatarias, con buenas melodías, pero que no calaban hondo a nadie, y a la gente no le importó.
–Eso es lo que no entiendo, ¿cómo puede ser posible que estos humanos hayan dejado pasar tamaña oportunidad?
–No lo sabemos – se sinceró Vitraux – pero claramente la tuvieron. Fue muy importante el golpe emocional que dio el rock en los ’60. Debería haber funcionado pero no fue así, fue sólo un espejismo.
Vitraux continuó dando clase a su alumno hasta la hora de descanso. Boutique seguía atrapado por la historia, anotando todo, pero ya le picaba la tentación de explorar, sobre todo para recolectar libros y música. Ahora tenía más atractivo la búsqueda. Estaba muy ansioso. Al finalizar salió del camarote y se dio un baño. Necesitaba relajarse. Se calzó el traje de explorador y saltó de la nave. Bôite tuvo que hacer solo el agujero a diferencia de las otras veces, por culpa de la maldita clase de historia. Boutique se acercó y miró el contador de la perforadora: 274 metros.
–Ya lo tenés…– le dijo, burlándose.
–No me jodas, estoy reventado. Tengo el ojo a la miseria. Todo el día al lado de este aparato con el suelo blanco irradiándome luz solar… No doy más.
–Bueno, pensá que ahora en un ratito te metes en el camarote con el viejo y se terminó esto de hacer agujeros – Boutique seguía cargándolo.
–Andá a cagar, boludo – lo retó –. Lo único que no necesito ahora es justamente eso.
–No entiendo por qué no te gusta – le señaló Boutique encogiéndose de hombros.
–¿Por qué no me gusta? Ya te dije que no me interesa lo que hicieron estos humanos con sus vidas ¿Qué ventaja obtengo de esas clases de historia?
–Qué se yo, a mí me tiene atrapado. Es muy interesante.
–A mí no – lo cortó Bôite, levantándose y yendo a su clase. Boutique lo miró irse y lo saludó con una mano haciéndole una sonrisa, pero Bôite ni se dio cuenta, ya estaba de espaldas a su amigo.
Boutique no había tenido tiempo de ponerse a repasar en su mente la clase del día. Ni bien se quedó solo la alarma de la perforadora comenzó a sonar. Habían hecho contacto, a 283 metros.
Retiró la manga perforadora e hizo señas a Beckenbauer que ya podían ingresar. Su amigo le hizo un gesto con la mano de “ya vamos”, presionando el aire hacia adelante con la palma de su mano abierta y Boutique se tiró por el agujero haciendo que se tapaba la nariz y se protegía los huevos. Beckenbauer se rió, tirando su cabeza exageradamente hacia atrás y comenzó a prepararse para acompañarlo.
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