El blog en donde podemos fraternizar y hablar al pedo sobre el libro. Cosas que gustaron, cosas que no...
lunes, 15 de abril de 2013
Capítulo XLIV
–¿Por qué dice que este disco hizo historia durante décadas? – preguntó Boutique una vez que terminó el disco.
–Porque fue un disco que estuvo entre los más vendidos durante más de catorce años – comenzó Vitraux –. Pero el mayor logro, y esto usted no lo va a creer – le adelantó –, fue que la calidad de grabación nunca fue superada, hasta el día final – sentenció –. Fue la mejor de la historia – aseveró el viejo mientras se levantaba para poner nuevamente el disco a un volumen más acorde para poder dialogar.
–Pero, maestro…– dijo Boutique mientras buscaba en el dorso de la caja el año de grabación –, acá dice que fue grabado en 1972 – señaló –. Eso fue hace muchos, muchos años… ¿Me va a decir que nunca pero nunca, con la evolución que tuvo la tecnología sobre el final de los días, nadie logró grabar un disco con mejor calidad? – se ofuscó Boutique.
–Eso mismo le estoy diciendo.
–Discúlpeme, maestro, pero me cuesta creerlo.
–No se preocupe, ya va a tener tiempo de escuchar todo eso que se quiere llevar a su casa – lo desafió Vitraux –. El tiempo dirá si estoy equivocado…
–¿Y por qué usted dice que este grupo se diferenciaba tanto del resto?
–Porque con este disco que estamos escuchando, Roger Waters, miembro de la banda, inició una cruzada por plasmar en sus canciones un grito para despertar a la humanidad. Pero nunca nadie le dio pelota.
–¿Cómo una cruzada?
–Vea, coronel, en este disco las canciones se encadenan entre sí y sus letras hablan todo el tiempo de la enajenación y la apatía del ser humano – se explayó Vitraux –. En el disco siguiente, al haberse hechos millonarios y famosos, Waters y compañía cantan sobre la tristeza que les da estar en esa nueva escala social por ser millonarios para no poder volver nunca más a ser los de antes, y le cantan a un ex miembro de la banda que se volvió loco por las drogas, advirtiéndole que no se pierde nada, que la vida es la misma mierda que era, sólo que más solitaria – Vitraux le explicaba extendiéndole el disco “Wish you were here”. Boutique escuchaba atento.
–¿Se volvió loco?
–Sí, nunca más pudo hacer nada, ni componer, ni trabajar en algo serio. Lo más triste es que vivió muchos años en esas condiciones. Se murió de viejo.
–Qué terrible…
–Sí, muy terrible – reconoció Vitraux –. Luego de este disco vino “Animals”, en donde las letras hablan del capitalismo salvaje, de cómo el hombre cazaba al hombre, figurando las distintas clases sociales como animales de granja – Boutique tomó el disco que le ofrecía el maestro. En la tapa había una foto tenebrosa de una gran fábrica con un porcino sobrevolándola.
–¿Esto es un porcino? – le preguntó confundido, señalándole la tapa del disco.
–Veo que ha aprendido los nombres de los animales terrestres…– se alegró Vitraux –. En efecto, es un porcino – le confirmó –. En este disco hay sólo cinco canciones, tres de las cuales duran más de quince minutos cada una – continuó –. Y las canciones, también encadenadas entre sí, cuentan una historia muy irónica en donde los porcinos eran los dueños de todo y encomendaban a los perros para que acorralaran a las ovejas, para resumírselo un poco.
–La vida real… Los cerdos eran los ricos que gobernaban el mundo, los perros la ley, y las ovejas el resto de los mortales– musitó Boutique, pasmado.
–La vida real – repitió Vitraux.
–¿Y nadie despertaba con tan explícita manera de decir las cosas?
–No…– se lamentó Vitraux – No sólo no se despertaban sino que, por el contrario, lo que veían en el grupo era una mega banda de rock súper poderosa, y la iban a ver o compraban sus discos por lo bien que sonaban, o por lo fuerte que lo hacían. Nadie le daba importancia a las letras.
–Me deja sin palabras – dijo Boutique mientras terminaba de leer un fragmento de “Sheep”.
–Y luego vino “The Wall” que fue el pico más alto de creatividad de Roger Waters, en donde insiste con que la gente despierte, desnudando cuestiones privadas de su vida, mezclándolas con el triste accidente de su amigo en el pasado y refregándole en la cara a su público la vida de mierda que tenía una estrella de rock en su momento de gloria.
–¿Qué acontecimientos de su vida privada?
–El padre de Waters había muerto en la guerra, siendo él muy pequeño, así que se avocó en este último disco a gritarle en la cara a la humanidad que estaba todo mal – resumió Vitraux –. Incluso hicieron una película con la música del disco, que fue muy vista, por varias generaciones de humanos.
–Y ahí sí…
–¿Ahí sí qué?
–Ahí despertaron…
–No, coronel, no despertaron.
–¿Pero cómo es posible? – se indignó Boutique.
–No lo sé – reconoció Vitraux. Boutique se quedó en silencio, fastidiado con la raza humana, sujetando la cajita de Animals con ambas manos, como si estuviera obligándola a qué le diera una respuesta –. “Us, us, us, and them, them, them, and after all, we’re only ordinary man, man, man, man” – insistía Pink Floyd, mientras tanto, en las cajas sonoras.
–¿Y qué hizo la banda? – preguntó Boutique –. ¿Bajaron los brazos? ¿Siguieron intentando despertar a la humanidad?
–No, terminaron peleándose por competencias, por egos. La banda no veía lo importante que era Roger Waters y Roger Waters no advertía lo importante que era la banda – le explicó Vitraux –. Y se separaron. Pink Floyd continuó sin Waters, que es como comer una pizza con caja, sin sacarla de adentro – Boutique hizo cara de asco, al imaginarse masticando el feo cartón - y Waters continuó una carrera solista con otros músicos, pero los temas no sonaban ni remotamente como antes. Se puede decir que también era como comer la misma pizza…– ejemplificó el maestro. Boutique se quedó con el ojo impávido, mirando la nada, como si su mente estuviera a miles de kilómetros de ahí – “And if your head explodes with dark forbodings too, I’ll see you on the dark side of the moon” – sonaba en el equipo.
–Qué triste…– dijo, finalmente.
–Sí, una pena – reconoció el maestro –. Otra cosa que debería recolectar es la carrera solista de Roger Waters. Como le dije antes, no suena como esto que estamos escuchando – enfatizó –, pero la temática de las obras es la misma de siempre, y eso sí que no lo escuché. Me gustaría tener la oportunidad – Vitraux lo miró con verdadera alegría –. Mientras usted continúe con la exploración, yo me quedaré disfrutando de la discografía completa…
–No es justo – se enojó Boutique.
–Consígase un reproductor personal y se lo lleva con usted. Hay unos aparatitos pequeños que se los puede calzar en el bolsillo del morlaco y se pone los auriculares – le recomendó el maestro, y al coronel le brilló el ojo.
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