miércoles, 3 de abril de 2013

Capítulos XXXIX y XL

Capítulo XXXIX


Mientras negaba con la cabeza entre sollozos apoyado al vidrio, la linterna alumbraba hacia abajo dándole un paneo del escaparate de la tienda que había servido de “Llegada” en su “Tour por la oscuridad más severa” y vio lo que anhelaba encontrar: remeras de rock, música en platitos plateados y accesorios. Todo para el humano rockero. De golpe se sintió eufórico, sacó del bolsillo de una pierna de su morlaco un martillo y rompió el cristal de la puerta de ingreso.
El lugar no era tan grande como suponía, más bien era un salón modesto con estanterías a ambos lados dispuestas a la altura de la cintura. Se acercó a una, tenía un vidrio protector con una apertura longitudinal que permitía tocar los cedés que había dentro pero no sacarlos. Los pasó con los dedos como haciendo un muñequito que caminaba sobre los lomos de las cajitas plásticas. Estaban ordenados por abecedario y revisaba la letra “K”. – ¿Cómo estarían estibados? ¿Cómo The Beatles o como Beatles? – se preguntó y siguió leyendo los nombres: Kapanga, King Crimson. Luego la letra “L” presentaba: Lady Gagá, León Gieco, Linkin Park. La letra “M” ofrecía: Marilyn Manson, Metallica, Miles Davis, Miranda! Boutique no podía creer la cantidad de opciones que tenía, se quería llevar toda esa música. Pero no se sentía cómodo ahí dentro, le daba miedo esa disquería hundida en el fondo de la galería más oscura del mundo. Las tiendas que se encontraban a la vera de la peatonal también eran oscuras, pero la luz del día se filtraba dando cierta luminosidad; ahí dentro se sentía sofocado. Salió a investigar el otro escaparate para revisarlo con conciencia, apenas hizo contacto con el cristal había visto muy por arriba una sola de las vidrieras, la de la izquierda; y aún le faltaba la otra, así que salió a tantearla y no lo pudo creer: dentro de la vidriera, dos grandes cajas, una negra y la otra blanca, le gritaban en la cara: “The Beatles”, con un extraño fruto verde pintado debajo del nombre de la banda. Boutique no lo pensó y rompió el cristal. Metió medio cuerpo dentro, agarró ambas cajas y salió triunfal de la galería con ellas en brazos, como un médico que trae de la sala de partos a mellizos recién nacidos. Buscó un lugar para sentarse, se limpió las manos y las abrió. Era la discografía completa de los Beatles. Todas sus grabaciones estaban en su regazo con increíbles fotos de su trayectoria musical y veinticuatro platitos plateados; diez en la caja blanca y catorce en la negra, que se daban aires de contener una parte fundamental de la historia del rock. Se quedó sentado revisando cada cedé con una rara sensación mezcla de victoria e inusitada relajación mental. Había valido la pena el sacrificio. Sólo le faltaba encontrar la discografía de Pink Floyd.


Capítulo XL

Vitraux estaba sentado en su banqueta desayunando unos mamporros con dulce cuando Boutique entró aparatoso en la tienda, con mucha alegría.
–Mire lo que le traje – le dijo poniendo ambas cajas con cuidado sobre la mesa. Vitraux se zampó un mamporro y se tiró para atrás como enfocando su vista, escéptico.
–¿Esto es lo que yo pienso? – preguntó, agarrando la caja negra con cuidado.
–Sí – contestó Boutique, escueto.
Vitraux la apoyó en la mesa apartando el plato de mamporros y la abrió. Una cartulina bastante amarillenta por el paso del tiempo mostraba un collage de fotos de los miembros de la banda y catorce sobres ocultaban catorce cedés que contenían la obra completa de los Beatles.
–Es increíble…– dijo Vitraux, pasmado.
–Sí – coincidió Boutique –. Supuse que iba a costar más trabajo conseguir todos los platitos, pero me topé con esto – concluyó, descreyendo su suerte.
–¿Y dónde lo encontró? – preguntó Vitraux sin mirarlo, mientras continuaba abriendo sobres y observando fotos.
–En una galería muy intimidante que hay a una cuadra de las mujeres enchocladas – explicó –. En todo el paseo no encontré una sola tienda de música, entonces pensé en comenzar a investigar las galerías internas. Un humano me advirtió que estaba cerca.
–¿Un humano? – el que hacía las preguntas tontas ahora era Vitraux.
–Sí. No se veía nada y un cadáver con el que me topé me dio la pista. Por su vestimenta y por una cartulina que portaba en un bolsillo, que hacía referencia a algún evento de rock que habría y que había comprado en la disquería oculta en la galería.
–Qué puntería…– le señaló Vitraux.
–Sí, mucha suerte – Boutique evadió la posibilidad de que aquel hallazgo hubiera sido por su pericia más que por suerte.
–Bueno, coronel, me deja sin palabras…– dijo Vitraux levantándose para poner el primer cedé en el aparato reproductor que le había obsequiado Brunette y que habían llevado a la tienda para entretenerse. Ya no tendrían que escuchar más “Os Paralamas”, ni “Os Mutantes” y sobre todo podían prescindir para siempre del cedé de “Xuxa”.
Apretó un botón que decía “Eject” y el aparato expulsó un pequeño cajón plástico con una forma redonda en su interior donde claramente iría depositado el disco. Agarró el primer sobre: “Please, please me” decía en la parte de adelante, con los cuatro integrantes de la banda asomándose por un balcón en el hueco interno de un edificio vidriado, todos con la misma vestimenta y sonriendo como verdaderos idiotas. Abrió el sobre y otra vez los cuatro, agarrándose el traje con ambas manos como si fuera a escapárseles del cuerpo, con esas estúpidas sonrisas perennes. El disco estaba pintado de negro sobre uno de sus lados con letras en dorado que decían: “PARLOPHONE – Stereo”. Lo recostó con cuidado en la bandeja, apretó “Eject” y el cajón se lo tragó sin masticarlo; y “I saw her standing there” comenzó a sonar en las cajas sonoras del reproductor de música terrícola. Boutique hizo un gesto de aceptación, comenzando a mover la cabeza con ánimo.
–¿Ve lo que ocurre? – lo señaló Vitraux con aires de sabiondo.
–¿Qué ocurre? – preguntó Boutique desconcentrado de lo que le decía el maestro, prestando atención a la música que salía de aquella caja de madera, sacudiendo su cabeza de izquierda a derecha, acompañando el ritmo.
–Se puso a mover la cabeza, coronel, eso les pasaba a los humanos jóvenes que escucharon esta música por primera vez. Y a pesar que era una verdadera porquería, fue la esencia de lo que vendría más adelante.
–Es muy pegadiza…– dijo Boutique mientras ponía diversas caras de sufrimiento o de seriedad haciendo trompita con sus labios y bailando al compás de la canción.
–Bueno, es una tontería a comparación de los últimos cinco o seis discos de los Beatles, en donde resurgieron y se separaron de la imagen de los principios de su carrera – comenzó Vitraux mientras bajaba un poco el volumen y lo instaba a sentarse para dialogar.
–¿Cuáles son los discos que debemos escuchar? – preguntó agarrando varios, mirándolos confuso.
–Todos – sentenció Vitraux. Boutique levantó el ojo, sorprendido. Y Vitraux se explicó mejor –. Debemos escucharlos todos con atención para contemplar cómo iban superándose. Vea, coronel, la carrera musical de ellos comenzó en 1962, como le había contado en aquel momento. Antes de ellos no había rock and roll, que fue el gran despertador de la última etapa de vida humana – comenzó Vitraux –. Y fue inmediato el éxito de estos cuatro humanos. Esta música que estamos escuchando hizo cambiar la forma de ver las cosas. Fueron épocas muy desequilibrantes – Boutique asentía con la cabeza mientras abría el segundo sobre. En la tapa se podían ver las cuatro caras, pero ensombrecidas de un lado, impidiendo verlas por completo, y dentro, otra vez el fruto verde de un lado y los cuatro jovencitos mirando con gesto serio la cámara.
–Al menos en este segundo disco ya no se ríen como pavotes…– señaló Boutique. Vitraux le dio vuelta el sobre para que observara la contratapa, desalentándolo, en donde los Beatles continuaban con esa sonrisa imbécil, sentados todos en una sola silla que ya había escogido uno de ellos y se había puesto de espaldas a la cámara para luego mirar hacia ella, todo torcido, mientras otro se le sentaba en el regazo, otro agachado se aferraba al respaldo y el cuarto quedaba parado detrás –. ¿Por qué motivo hacían estas fotos tan tontas?
–Estaban en un momento muy desconcertante, en donde les llovía el dinero. Se habían hecho ricos de la noche a la mañana y eso les causaba la desidia mental que tenían – le explicó Vitraux –. En esa época bien podrían haberles ofrecido salir en la tapa de un disco con caca de perro en las mejillas y hubieran aceptado la propuesta – señaló –. Ni ellos ni el mundo ni las compañías discográficas entendían lo que pasaba…– Boutique se levantó y sacó el disco para poner el segundo. “It won’t be long” comenzó a sonar y Boutique miró al coronel con desagrado.
–Esta es bien fea…– sentenció pasando rápido a la próxima. “All I've got to do” era la siguiente y tampoco los convenció mucho que digamos. Intentó con la tercera y ahí sí, con “All my loving” comenzó a mover la cabeza como un idiota otra vez.
–Con el advenimiento de los Beatles surgieron los productores de bandas. Los Beatles eran una mina de oro que daba millones de dineros a las fábricas de discos, entonces los presionaban para que graben y graben música nueva sin importar si las canciones eran aceptables o verdaderas cagadas, y los Beatles estaban en la gloria: muy jóvenes, llenos de dinero, sin necesidad de trabajar y con un estudio de grabación todo el tiempo a su disposición para grabar lo que se les ocurra – le explicó el maestro. Boutique asentía con la cabeza mientras comenzaba “Don´t bother me” –. Entonces grababan cualquier cosa, algunas, como siempre en toda su carrera, memorables e irreemplazables; y otras, aunque esto es sólo en los primeros discos, verdaderas basuras…– sentenció –. Y le cantaban al amor, al cartero que no les trajo una carta de alguna novia, a alguna novia cargosa que no podían sacarse de encima…
–Una cagada…– dijo Boutique, visiblemente enojado con la primera etapa de los Beatles.
–Una cagada necesaria – replicó Vitraux –. No se olvide que antes de ellos no había nada y que sin ellos no hubiera surgido lo realmente importante del rock – Boutique sacó el disco y buscó el tercero: “Beatles for sale”. Este era más tentador, se los veía más serios, más grandes, ¡y no se reían! En el aparato reproductor comenzó a sonar “No reply” y ya se notaba un gran avance, al menos en lo musical. Las letras seguían siendo paupérrimas.
–Acá ya estaban mucho mejor – señaló Vitraux abriendo el sobre –. Fíjese, coronel, que en sus rostros puede verse que ya pasó el aluvión de idiotez que les produjo el dinero. Se los ve más centrados, más maduros, aplomados.
–Sí, es verdad – afirmó Boutique con una mano en el mentón mientras hojeaba el pequeño libro que había en el interior del sobre, plagado de fotos de la grabación de aquel disco. Las sonrisas eran más naturales. Se los notaba más tranquilos.
–Y este es “A hard day’s night” – le alcanzó Vitraux y Boutique se derrumbó, otra vez se los veía obligados a hacer monerías frente a la cámara. Parecía que habían competido en aquella tapa para ver quién hacía la más sublime cara de idiota.
–Pensé que todo había terminado…– dijo Boutique desconcertado, comparando la tapa del disco anterior con esta.
–Es que los productores y presidentes de las corporaciones que tenían los derechos de los Beatles se montaron en una cruzada pensando cómo generar aún más dinero con ellos – comenzó Vitreux.
–¿Más dinero? ¿Usted no me dijo que estaban haciendo verdaderas fortunas con esto?
–Es que el dinero pide más dinero. ¿Por qué ganar cien si se puede ganar mil? – le preguntó Vitraux –. ¿Por qué ganar mil si se pueden ganar diez mil? ¿Por qué no cien mil? ¿Por qué no un millón? ¿O diez millones? O mejor cien millones…– Boutique bajó la vista y se quedó mirando la tapa con las caras de idiotas de los Beatles y de repente sintió pena por ellos.
–Los usaban como muñequitos…– vaticinó con tristeza.
–Absolutamente.
–¿Y ellos no se daban cuenta?
–Eran muy jóvenes y estaban obnubilados por la cantidad exasperante de dinero que tenían en sus cuentas.
–Entiendo…– dijo Boutique, desconsolado.
–Entonces a las corporaciones se les ocurrió que era una excelente idea hacerlos actuar en películas y los Beatles se convirtieron en actores de un día para el otro e hicieron un par de películas, malísimas por cierto, muy malas – aseveró Vitraux –. Pero las humanas jóvenes estaban completamente enamoradas de estos cuatro muchachos y pagaban con dinero lo que fuera por verlos, ya sea en películas, o en revistas, o pósters para pegar en la habitación sobre la cama… hasta sábanas había de los Beatles, tazas de café con las caras de los cuatro. La humanidad reclamaba a gritos material nuevo de los Beatles todo el tiempo – continuó –. Fue la banda que más discos grabó en menos tiempo. Grababan a razón de dos discos por año, mientras que, por ejemplo, Pink Floyd, se tomaba tres o cuatro años entre un disco y el siguiente. Los Beatles fueron exprimidos por completo. Les sacaron todo el jugo posible hasta que, finalmente, sus integrantes despertaron del sueño, más que nada por aburrimiento, que es lo que produce el dinero…
–¿Aburrimiento?
–Claro, coronel. Imagine que estos muchachos, cuando despertaron, hacía más de cinco años que estaban juntos, que habían grabado todas las canciones flacas de contenido que a usted se le ocurra, que compraban mansiones con más de veinte habitaciones como si fueran caramelos – detalló Vitraux –. Llegó un momento en que no hubo más nada que comprar. Las falencias económicas que habrían tenido en sus pasados como humanos comunes habían sido vastamente colmadas de objetos innecesarios en su etapa de millonarios, como señalaba Roger Waters en una canción de uno de los últimos discos de Pink Floyd “Empty Spaces”.
–¿Qué decía esa canción?
–¿Qué más te vas a comprar para rellenar tus espacios vacíos? Qué auto, qué guitarra… ¿Qué extravagancia nueva harás para llenar tus espacios vacíos? Un gran veedor de la realidad fue Roger Waters…
–Y entonces los Beatles llegaron a ese estadío – señaló Boutique.
–Claro, ya se habían comprado todo lo que anhelaban en el pasado y no podían comprarse más nada, entonces cuando les vino el golpe de efecto que producía la falta de objetos a comprar, o la desidia que les producía la realidad de que nada de lo que tenían era necesario para encontrar la felicidad plena, se sentaron a contemplar qué habían hecho con sus vidas y tomaron las riendas de la marca “The Beatles” comenzando a hacer verdaderamente lo que sentían, que es la etapa que inicia el disco “Rubber soul” – señaló Vitraux. Boutique agarró el sobre señalado por el maestro y lo abrió para observar las fotos –. Ahí arrancaron la etapa seria de su legado. Luego vino “Revolver” en donde terminaron de plantarse como banda con pensamiento independiente y los discos venideros sólo se superarían entre sí hasta el final de su carrera, cuando ya no tuvieron más que decir y simplemente se separaron, dejando al mundo absorto.
–¿Y qué hicieron? – se alarmó Boutique.
–Nada. Vivieron felices, disfrutaron de la cantidad inconcebible de dinero que recolectaron y continuaron carreras solistas, grabando discos personales. Lennon y McCartney fueron los que más grabaron, seguidos por Harrison. El que peor la llevó fue Starr que, al ser baterista, no tenía un futuro asegurado como compositor, pero créame coronel que no necesitó trabajar más de nada en toda su vida.
–Entiendo.
–Y luego las corporaciones capitalistas mandaron a matar a Lennon por su canción “Imagine” en donde el músico alentaba a la humanidad a vivir sin fronteras, sin religión y sin dinero. Varios años después, Harrison muere por culpa del tabaquismo y McCartney y Starr mueren de viejos dejando una inmensa fortuna a sus descendencias, sobre todo McCartney…– detalló Vitraux.
Boutique se quedó mirando los sobres de los discos mientras escuchaba “In my life” de Rubber soul. El viejo se levantó y se arqueó hacia atrás tomándose de la cintura, la charla lo había contracturado. Miró al coronel y le hizo señas para que bajara un poco la música ya que quería recostarse un rato. Boutique se levantó mirando el sobre “Revolver” y sacó el disco para escucharlo. Vitraux sabía que ese marciano no dejaría de escuchar los discos, y él no podía impedírselo. A Boutique se le notaba en la cara la ansiedad por seguir descubriendo a los cuatro de Liverpool. Abrió su baúl, sacó unos auriculares y se los extendió al coronel. Boutique los tomó con alegría, acercando una banqueta al aparato reproductor, los conectó y colocó Revolver. La primera canción no lo atrapó. Le dio otra oportunidad pero no consiguió engancharlo, y pasó a la segunda. Y sí que le gustó. Le gustó mucho a decir verdad. Nunca jamás había sentido esa sensación. “Eleanor Rigby” se llamaba; no tenía el color de las anteriores, faltaba la batería y no se escuchaban guitarras, pero tenía un poder increíble. – Qué buena canción…– pensó emocionado. Los Beatles le habían dado una trompada en la cara y por un instante se sintió muy inferior a la raza humana.
Se quedó varias horas escuchándolos con los auriculares, revisando los libritos de de cada disco, comparando las fotos y descubriendo nuevas canciones mientras el gran maestro dormía una siesta. Se le pasó el día entero sin darse cuenta.

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