Capítulo XXXVI
Por el corredor traían en camilla a un marciano. Lo traían del lado del gimnasio. Boutique se acercó para ver quien era y no lo pudo creer. Era Bôite.
–¿Qué te pasó? – le preguntó preocupado, tomándolo de la mano mientras seguía el paso de la camilla. Bôite abría la boca como para decir algo pero no le salían las palabras. Boutique lo tomó del hombro con preocupación mientras los enfermeros apuraban el paso y Bôite seguía intentando pronunciar una palabra, aunque esta vez, a duras penas, lo consiguió.
–…cogí mucho…– exhaló, finalmente, con la voz débil y entrecortada, parecía que había hecho un gran esfuerzo en pronunciar aquellas palabras. Boutique se quedó parado en el pasillo viendo como se lo llevaban.
–¡Descansá que te necesito allá abajo! – le gritó. Y Bôite le hizo un gesto con la mano, como saludándolo mientras se perdía en las profundidades del corredor.
Vitraux lo tomó del brazo para obligarlo a caminar y Boutique lo miró sorprendido, se había olvidado que estaba con el maestro. Miró una vez más hacia el gimnasio y el cuerpo se le movió para ese lado, como si hubiera un raro magnetizmo que lo chupaba hacia allí, pero se contuvo; tomó la maleta del viejo y comenzaron a caminar rumbo a la zona de despegue.
Capítulo XXXVII
La nave estaba lista, como siempre. A veces Boutique desconfiaba de la manera expeditiva con que sus mecánicos la preparaban y se acercó a uno de ellos para pedir el parte de reparación.
–¿Todo bien? – preguntó mientras leía el informe.
–Todo bien, coronel.
–¿Cómo hacen tan rápido el service? – preguntó Boutique, intrigado.
–Estamos acostumbrados…– respondió el mecánico, dándose aires de experto.
–No me quedaré sin energía, ¿no? – se preocupó Boutique.
–Coronel, es una nave nueva. Tiene energía para tres años. Despreocúpese – lo tranquilizó el mecánico, poniéndole una mano en el hombro.
–Es que temo que ocurra eso en pleno vuelo y… no lo tome a mal, pero yo de esto no entiendo nada y…
–Eso no le ocurrirá porque en cada service controlamos el nivel de energía y cambiamos las pastillas cuando resta menos del quince por ciento de autonomía – le explicó el mecánico, interrumpiéndolo –. Con ese quince por ciento usted puede ir y venir del planeta ocho veces más. Su nave tiene un nivel de energía del noventa y cuatro por ciento – le dijo señalándole el renglón donde figuraba ese dato en la planilla. Boutique asintió, avergonzado –. Precisamente a su anterior compañero tuvimos que cambiarle la pastilla de energía, por eso lo demoramos y no se incorporó a la exploración en el plazo que usted solicitó – le informó el mecánico –. Estaba muy molesto por no poder regresar a tiempo, pero luego se metió en el gimnasio y no lo vimos más…– Boutique se sonrió, sintiendo culpa por haber dudado de Bôite. Suspiró y leyó el pecho del morlaco del mecánico para saber su nombre: “Butragueño”.
–Discúlpeme, oficial – le extendió la mano –. Ha sido un placer dialogar con usted. Me ha sacado algunas dudas que tenía respecto de la funcionalidad de la nave. Me voy tranquilo.
–El placer es mío, coronel – le retrucó el mecánico estrechándole la mano con fuerza.
Boutique miró a ambos lados de la nave y subió. Vitraux ya estaba dentro acomodado en su butaca revisando anotaciones en su ordenador. Se sentó en el lugar que quedaba vacío, se calzó los comandos y prendió el motor. La nave hizo una leve vibración y comenzó a girar para ponerse de cara al espacio exterior. Butragueño lo saludó con una mano desde afuera acercándose a la siguiente nave que debía inspeccionar. Boutique le devolvió el saludo mientras se perdía en la zona de despresurización. Iba a ser un largo viaje con la lista en la mano mirando a cada rato la hora. Quería llegar de una vez para poder salir a recolectar cosas. Y no se iba a dormir fácilmente. Pero se entretuvo bastante, haciendo copias de “La lista” para todos sus capitanes. Luego, finalmente, se durmió.
Capítulo XXXVIII
Una vez aterrizados Boutique bajó la maleta del maestro, lo ayudó a salir de la nave y mandó la señal de reunión grupal. Los exploradores saltaron de sus naves con caras de sueño, acercándose al predio delante de la carpa del coronel. Una vez todos sentados, Boutique les extendió a cada pareja una copia de la lista. Los capitanes a su cargo leían con gran interés, aunque sin entender mucho lo que se solicitaba y haciendo las mismas caras que había hecho su coronel cuando leyó la lista por primera vez. Boutique definió cada ítem como el maestro le había explicado, les dio unos minutos para que se prepararan, puso como punto de reunión el edificio de “La Favorita”, y partió hacia allí a esperarlos.
Veinte minutos después, con todos los exploradores dispuestos, comenzaron a recorrer la peatonal con la lista en mano para ir recolectando lo que pudieran encontrar. El plan de trabajo consistía en recolectar por la mañana y continuar el vaciado de cenizas hacia fuera de la peatonal por la tarde, para ir ganando terreno. Boutique salió con rumbo oeste buscando una tienda de música, que era el primer pedido del listado. Pero caminó toda la peatonal sin encontrarla. Sólo faltaba recorrer la cuadra del Palacio Minetti y sabía que ahí no había nada de eso. Recordó que frente a “Sport-algo” se bifurcaba una oscura galería que metía miedo así que volvió sobre sus pasos unos metros y se paró delante de la entrada, se agachó un poco poniéndose una mano en la frente haciendo las veces de visera, pero no se veía nada. Se acercó un poco más. Nada. La oscuridad de esa galería era absoluta. Buscó la colaboración de algún explorador pero no había ninguno a la vista. Empezaba a sudar. No quería estar solo ahí dentro después de su mala experiencia en el monumento, aunque por lo visto no le quedaría otra que hacerlo. Miró para ambos lados, tomó una gran bocanada de aire como si fuera a sumergirse en una pileta, y se mandó.
Boutique prendió su linterna-vincha. La oscuridad comenzaba a abrazarlo con fuerza. Siguió hundiéndose dentro del tenebroso túnel hasta que sus pies se toparon y engancharon con un obstáculo indescifrable que, tozudo, se había fascinado con su pie derecho y no lo soltaba haciéndolo trastabillar y casi caer. Se tomó de la pared para mantener el equilibrio y alumbró el piso. Con mucha mala suerte su pie derecho se había metido, inoportuno, entre dos huesos largos de debajo de la rodilla de un cadáver que dormía para siempre dentro de la inquietante galería. Boutique pegó un grito de espanto y se le erizó la espalda. Sacudió la pata con fuerza pero no sólo no conseguía liberarse sino que, para peor, hacía bailar aquel cadáver en el suelo una macabra danza burlona, poniéndolo aún más nervioso. Tuvo que agacharse y ayudarse con la mano a retirar el pie de ahí dentro. – ¿Cómo mierda se le había metido ahí el pie con tanto ímpetu si ahora costaba tanto sacarlo? – se preguntó. No le gustaba para nada tocar ese cuerpo, pero no había manera de soltarse, parecía que esos huesos se habían empeñado en retenerle el empeine, insobornables. Boutique se acuclilló, tomó el cuerpo por la cadera y trató de girarlo y ponerlo de espaldas, quizás de esa manera pudiera escapar de la trampa. El cuerpo giró con facilidad; pesaba muy poco. Y el pie se liberó de inmediato, haciendo imposible entender por qué había costado tanto liberarse antes. Se levantó y limpió sus manos en el morlaco con repugnancia. Alumbró el cadáver para ver en detalle cómo era aquel desconsiderado y caprichoso ser que lo había tomado del pie. El humano portaba un pantalón de jean enorme, que le caía debajo del culo mostrando un protector íntimo que decía en el elástico que rodeaba su cintura: “…YELIT”. Se tomó un instante para contemplar la escena. Había algo que no estaba bien. El protector íntimo del cadáver era pequeño y mantenía, a pesar del paso del tiempo, su tamaño real; pero aquel pantalón era digno de un obeso perdido. – ¿Por qué aquel humano tendría puestos esos pantalones tan pero tan grandes si no era obeso? – O mejor: – ¿Por qué aquel humano obeso hasta límites desesperantes tendría puesto aquel protector íntimo tan pequeño? – se preguntó. No lo entendía.
Prendió su cámara para filmar el cadáver en detalle. Luego de aquella anomalía extraña de pantalones enormes y protectores íntimos pequeños continuaba un cinturón como los que le había descripto Vitraux, de cuero negro con infinidad de cuadraditos plateados pegados a la lonja. Más arriba, una destruida prenda negra se le pegaba a las costillas y sobre esta, otra prenda más, a cuadros, abierta por delante, y un bolso negro que llevaba pegado a la espalda. – ¿Por qué se pondrían tantas cosas? – se preguntó. Boutique se acuclilló para leer el bolso, que pedía a gritos un cambio. Debajo de un cierre que lo abría como si fueran las fauces de un inadmisible quelonio proclamaba, casi ilegible: “LA 25”. Boutique volvió a girar el cadáver hasta ponerlo de frente. El cráneo todavía mantenía un pelo negro con flequillo, como las fotos que había visto de los Beatles, sólo que un poco más largo detrás. Volvió a girarlo de espaldas y abrió el raído bolso, metió su mano dentro y comenzó a vaciarlo: un cuaderno grande con anotaciones mantenía las hojas unidas sobre uno de los lados con un práctico alambre enroscado, como un resorte que cosía las hojas impidiendo que se separaran, otro protector íntimo, un par de medias, otra prenda a cuadros muy parecida a la que tenía puesta y otra negra que, al estar dentro del bolso, se mantuvo un poco más en forma. Boutique se paró y la extendió para alumbrarla con la linterna. Tenía un círculo dibujado en blanco con la imagen de lo que parecía la cara deforme de un humano muy peludo con modernos lentes y una lengua descomunal que salía de su boca. Y de nuevo aquel nombre, esta vez escrito en letras, pero perpendicular a la lógica: “LA VEINTICINCO – Rock and roll”. Boutique dejó caer la remera y volvió a acuclillarse para sacar más cosas del bolso pero no había más nada, sólo quedaba hurgar en los bolsillos del enorme pantalón y le daba un poco de repulsión. Juntó coraje y metió su mano dentro de uno de ellos topándose con un papel duro que extrajo con cuidado de no romperlo y salió a la vereda para verlo a la luz. Otra vez aquella cara con lentes y un terrible problema en la lengua que impedía que esta se mantuviera dentro de la boca estaba pintada sobre un costado del cartón, y sobre el otro lado de la imagen decía:
LA 25
Presenta:
Mundo Perfecto
Viernes 14
Setiembre – 20:30 Hs
GALPON 11
Anticipadas en disquería AMADEUS
(Córdoba 1359 – LOCAL 09)
Siguió hundiéndose en la oscuridad, que continuaba cerrándose, poseída. – ¿Podría oscurecerse más? – se preguntó. Nunca había presenciado tanta negrura cerrada y, cuando ya comenzaba a dudar si seguir metiéndose o no, un vidrio al fondo de la galería le reflejó su silueta con la vincha luminosa, mostrándole el camino a seguir. Boutique se sobresaltó, crispado, pero una vez recuperado del susto, utilizó el vidrio como guía para medir la distancia que le quedaba hasta tocarlo. Estaba bastante cerca, a menos de diez pasos. Juntó fuerzas de donde ya no tenía y continuó sepultándose en la maléfica galería. Un paso más, y otro, ya casi lo tocaba. Sus pies se arrastraban temblorosos por el piso. El sudor le goteaba por la frente metiéndosele en el ojo, haciendo aún más difícil poder ver lo que hacía. No daba más. El cristal parecía estar tan cerca y a la vez tan lejos… pero no lograba tocarlo. Estiró sus brazos al punto de casi desmembrárseles de los hombros mientras sus pies competían entre sí para ver cuál de los dos se movía menos. Finalmente, y con el orgullo herido, el dedo mayor de su mano derecha hizo contacto con el frío vidrio del escaparate. Boutique se retrajo con un movimiento involuntario y de inmediato apoyó sus dos palmas en el vidrio, como un inválido que logra sus primeros pasos luego de un devastador accidente y llega por primera vez del otro lado de la habitación donde está internado. Con una sensación ambigua de felicidad y vergüenza, apoyó su cara en la vidriera y se largó a llorar.
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